sábado, 28 de febrero de 2009

AMOR Y GASTRONOMÍA(A propósito de San Valentín)

Servidor está enamorado como lo están, seguro, todos ustedes. Servidor es de corazón fácil y cree a pies juntillas en los amores imposibles, en los apasionados, en los de corazón, en los de amistad, en los efímeros, en los utópicos o en los platónicos… pero servidor disfruta y goza con enamorar o enamorarse alrededor de una buena mesa, con la alegría de la mejor compañía, con el cariño de suculentos platos y la chispa de un buen vino.

Comer y amar forman una simbiosis perfecta y se unen para que nuestros sentidos hiervan, jueguen y se encuentren en la cima del placer. Comer, gozar, vivir, beber o amar son delicados afluentes del inmenso río de nuestra vida.

Permítanle a servidor que les ilustre esta reflexión haciéndoles que recuerden la película ·"Como agua para chocolate" en la que la gastronomía y el amor se unen formando el hilo conductor de una maravillosa historia. Una escena sublime es cuando Tita está preparando la tarta nupcial, llorando de amor por su querido Pedro, y derramando sus lágrimas en la masa y los merengues de la tarta lo que provoca entre todos los invitados el llanto incontrolado y el recuerdo y la nostalgia de los amores ya casi olvidados.

Mi buen amigo y mejor maestro, José Manuel Varó, me enseñó que:"cocinar es uno de los actos de amor más puro y delicado que existe y donde la recompensa de la sonrisa es inmediata".

Cocinar es amar. Los primeros biberones, las deliciosas papillas que comimos y que nos preparaban nuestras madres con el amor que solo una madre sabe, las que ahora preparamos con cariño y delicadeza para nuestros hijos, el bocadillo del colegio, las madalenas que nuestra abuela hacía para nuestra merienda invernal con el chocolate calentito, la barbacoa del domingo con la que empezamos a disfrutar en la compra previa, en la preparación de la mesa, en los calores del fuego incesante… todos ellos actos de amor para goce y disfrute las personas que queremos. Muchas veces somos capaces de jugar y unir nuestro apetitoso corazón con nuestro amoroso estómago o nuestro apetitoso estómago con nuestro amoroso corazón con el fin de compartir nuestra alegría y felicidad con las personas que más queremos.

Nuestro trabajo y nuestro esfuerzo en alegrar los estómagos ajenos reconforta nuestro corazón y nos hace partícipes de la dulce alegría de la amistad y del amor. Lo dicho, señores: a comer, a beber y a amarnos, que mañana será otro día. Reflexionemos.

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