viernes, 29 de octubre de 2010

La máquina mató a la estrella de la barra (Año 2007)

Vaya por delante que quien les escribe es camarero. Sí, esa persona vestida de boda todo el año que solícitamente, la mayoría de las veces, nos atiende, nos pregunta o nos aconseja en darle placer y necesario alimento a nuestro sufrido estómago. También es esa personica que nos aguanta, nos sufre, nos soporta e, incluso, nos coge cariño aunque seamos los tíos mas estúpidos, mas arrogantes, más chulos o más mediocres del universo. Mi buen amigo y mejor maître Paco Ramón, siempre me enseñó que nuestra profesión o era vocacional o éramos unos inútiles que no valíamos para otras tareas. En mi caso, tengo dudas.
La noticia es curiosa pero preocupante... En Núremberg ha abierto un restaurante sin camareros, (entiendan que no les dé el nombre ni la situación, es el enemigo), un lugar en el que a través de unas espirales se desliza desde el piso superior los platos que hemos solicitado por una pantalla táctil. Novedoso desde luego sí que es. Ahora analicemos la noticia. En mi caso la primera persona a la que saludo todos los días, de un mejor o peor humor según la hora, es a Sergio. Un fenómeno de camarero argentino con la sonrisa perenne en su rostro y que derrocha simpatía bonaerense por los cuatro costados. Sabe cómo me gusta el café con leche, se preocupa por acercarme el periódico para una lectura fugaz y rápida. Es solícito, servicial y un buen tío. No me imagino a las seis o las siete de la mañana pidiendo un café a una maquinita a la que no le puedo decir que me gusta el café con leche en vaso, corto de café, con la leche del tiempo, que no esté fría, fuerte, con sacarina y rápido.( Su Bar el Asturias, en Benalúa)
Juanito también es un tipo genial, su humor socarrón e inteligente es una dulzura. La cervecita del mediodía es toda una gozada y una experiencia casi necesaria y seguro que saludable. Nunca he sabido de qué equipo es o si le gustan los malos o los buenos, siempre me va a decir lo contrario y nos reiremos con la discusión o nos enfadaremos con las risas. Esa es la emoción del encuentro diario. Lo de la cervecita en la máquina, un atraso. (El de Juanito, el Cremades II en San Blas)
La verdad es que esto de ir a un bar o un restaurante y no poder disfrutar, gozar o sufrir con el personal que te atiende, me parece como menos, aburrido e insulso. Pedir la cañita y ver como chorrea por un grifo helado, como el Juanito o Sergio de turno te venden unas canaillas vivas, te cortan un plato de jamón que te hacer saltar las lágrimas o te ríen tus estúpidas gracias, es un place casi obligado. El Juanito y el Sergio o el Paco, el Vicento o el Kike, te escuchan, comprenden tus penas o alegrías, comparten tus buenos momentos o los malos, te acompañan en tus soledades y te siguen en tus diversiones. Aunque uno lo diga por orgullo profesional nuestro trabajo, el mío y el de muchos profesionales que a diario nos atienden, es una labor ardua, dura y no vamos a dejar que esas dichosas maquinitas se entrometan en una relación de cliente-camarero. Hasta ahí podíamos llegar.
Como dice José María, compañero de palabras y artículos, al final perderemos la maravillosa sensación de las relaciones, el placer del roce y el fracaso del desamor.
Como empiezo a deprimirme, voy a ir donde Sergio a tomar mi cafetito y después me voy a ir a comer un buen rabo de toro en el bar de Juanito y las máquinas, que me esperen en «stand by». Reflexionemos.

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