Ante la pregunta: “¿un arrocito?”, la respuesta de la
mayoría de nosotros sería siempre afirmativa. Los arroces son un plato
indispensable en la gastronomía del Mare Nostrum. Cocinados de mil formas, con
los ingredientes más diversos, con diferentes texturas y como acompañamientos
de delicados platos, los arroces son, sin duda, uno de los ingredientes básicos
de la gran cocina mediterránea y una de las elaboraciones gastronómicas más
presentes en nuestra alimentación diaria.
Desde sus orígenes orientales, donde aparece en textos
literarios chinos e hindús de hace casi 3000 años y tras las expediciones de
Alejandro Magno a Oriente, fueron los griegos los primeros cultivadores y
productores del arroz en el Mediterráneo. A la península ibérica, y
fundamentalmente en todo su litoral mediterráneo, además de en las Islas Baleares,
los árabes dotaron al arroz de un gran protagonismo en la alimentación antigua.
Su cultivo se masificó en las zonas de nuevos regadíos creadas cerca de ríos
como el Guadalquivir, el Guadiana, el Segura, el Turia o el Ebro. Hoy en día
todos esos márgenes fluviales siguen siendo importantes arrozales en los que se
cultivan diferentes tipos del preciado cereal. Pero donde realmente los arroces
cobran una dimensión mucho mayor, es en su sabroso paralelismo con las gentes
mediterráneas.
La versatilidad de
este cereal ha evolucionado en consonancia con los diferentes caracteres y usos
gastronómicos de las diferentes regiones del mediterráneo español. Cada zona ha
ido creando una cocina y una cultura alrededor de los arroces, en la que los
ingredientes locales, los cercanos y los de producción autóctona, han formado
una gastronomía propia, diferenciadora y singular. Sus texturas o sus elaboraciones (ya sean
caldosos, melosos, al horno, cocinados con leña y, sobre todo, secos), han
hecho de los arroces la seña de identidad de una cocina basada en la
diversidad, en el producto, en la tradición y en la vanguardia.
Los arroces secos son los más populares en las zonas
litorales del Mediterráneo. La facilidad del grano para tomar el sabor de los
caldos (ya sean de carne, de pescado o de verduras), ha hecho de los arroces
secos un mosaico inmenso de variedad, color, aromas y sabores diversos. Con carnes, con pescados, con mariscos, con hortalizas
y verduras, con legumbres o combinando las carnes con los pescados, las
verduras con las carnes, los pescados con las legumbres y así en mil deliciosas
propuestas, los arroces, ya sean secos o caldosos, forman una inagotable
despensa de sabrosas elaboraciones al alcance de todos.
Dos alcachofas, una
patata y dos trozos de bacalao, un calamar o simplemente dos cebollas, serán
ingredientes suficientes con los que poder cocinar y contentar nuestro estómago
con la sola incorporación de unos simples granos de arroz. No se necesita nada
más. Solo imaginación, producto cercano, agua o caldo y ya tendremos un
delicado y sugerente plato con el que satisfacer nuestro apetito.
Los arroces han sido y son el hilo conductor de un variado
mosaico de sabores propios que diferencia una cocina de otra: La catalana, en
la que los arroces se mezclan a la perfección con las ricas carnes y con los
frutos del mar. La valenciana, en los que las huertas aprovisionan las
despensas y la cocina en arroces secos llenos de frescura y sabor de tierra. La
alicantina, en la que el arroz es el santo y seña de una tradición gastronómica en la que
cualquier ingrediente, por sabroso o humilde que sea, permite crear mil y una
elaboraciones en las que los caldos son, junto al arroz, los ingredientes
básicos. La cocina de las Islas Baleares, en la que el arroz une y desune a su
antojo los sabores de montaña con los sabores del mar. La murciana, con las verduras como reinas de
cualquier arroz. Y la andaluza, en la que los arroces traspasan la dimensión
del sabor y son la excusa perfecta para convertir este antiguo alimento, los
arroces, en toda una fiesta para los sentidos. Y es en los sentidos, donde el
arroz adquiere una mayor dimensión.
Cualquier arroz elaborado en compañía es un motivo de
compartir experiencias. Es la diversión de la compra previa, es la dulce y
espontánea creación a partir de cualquier ingrediente. Es el agradable momento
en el que la creatividad viaja por nuestra memoria gustativa y nos lleva a
imaginar sabores y combinaciones con el arroz como protagonista. Es tornar a lo
cercano, a la niñez, a los sabores más primitivos. Es volver a disfrutar con la
cocina más mediterránea. Es saborear el carácter de las gentes a través de algo
tan sencillo, y a la vez complejo, como es un buen arroz.
Este compendio de recetas mediterráneas de arroces secos, es
solo una brevísima muestra de las posibilidades gastronómicas que nos ofrece su
elaboración, y es una gran invitación para la imaginación, para la creatividad
y para dar rienda suelta a nuestras pasiones culinarias. En nuestra cocina
diaria y mediterránea, el arroz es el ingrediente con el que podremos realizar
nuestras más personales creaciones. Es el hilo conductor que nos permitirá realzar, poner en valor y dotar
de un sabor y una textura singular, cualquier ingrediente por humilde o sabroso
que sea. Ánimo ¡a cocinar!
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