Querido y agradecido lector, permítame un consejo: Detenga
el tiempo, busque un lugar cómodo y fresco, siga leyendo despacio pero antes
vaya a su nevera y tome un delicioso helado, da igual el formato o el sabor, empiece
a disfrutarlo lentamente, saboreando poco a poco, sienta como explosiona el
sabor en su boca, el frescor en su cuerpo y la relajación de su espíritu y de su
alma. Y ahora si quiere, déjeme que le cuenta una bonita historia sobre los
helados.
Es tiempo de helado y hay que disfrutarlos. El helado nace
casi paralelo a la evolución humana. Ya en la época babilónica se conoce el uso
de la nieve para enfriar determinadas bebidas así como para su conservación. Tal
como cuenta el libro “Alicante en la mesa” editado por la Diputación de
Alicante: “El helado como tal nació en China, donde el rey Tang (A. D.618-697)
de Shang, tenía un método para crear mezclas de hielo con leche. De China pasó
a la India, a las culturas persas y después a Grecia y Roma. Sabemos, por
ejemplo, que el emperador Nerón, en el año 62 de nuestra era, durante un
banquete, ofreció a sus invitados un brebaje consistente en frutas chafadas,
miel y nieve que hacia traer de los Alpes. La tradición siguió durante la Edad
Media gracias a los árabes, en cuyas cortes se preparaban productos azucarados
con frutas y especias enfriadas con hielo de las montañas (sorbetes). Se cree
que los helados fueron introducidos en la Europa medieval gracias a Marco Polo, quien a su regreso de
su periplo asiático a finales del siglo XIII, llevó a Italia las primeras
recetas auténticas de helados preparados mediante congelación artificial. En el siglo XVI se descubrió que el nitrato de
etilo mezclado con la nieve producía temperaturas muy bajas; este descubrimiento
tendría su importancia en la fabricación de helados. Y será a partir de ese
momento cuando esas recetas hicieron furor tanto en Venecia como en el resto de
Italia, donde se extendieron ampliamente. También tuvieron gran acogida en Francia,
donde llegaron importados por Catalina de Médicis al casarse ésta con el Rey
francés, Enrique II, en 1533; a su hijo, Enrique III, le gustaban mucho, pues
era muy goloso. En Francia se añadió huevo a las recetas. Una nieta de Catalina
se casó con un príncipe inglés, llevando así el helado a Inglaterra. De esta
manera se difundieron estos productos en Europa llevándose luego a América
durante la época de la colonización. En 1651, el cocinero francés del rey de
Inglaterra Carlos I tuvo la idea de añadir a sus helados leche y crema.”
Las recetas del helado han sido y son todavía- ya mucho
menos- todo una tradición que se va transmitiendo generación en generación. Un
caso, que no es más cercano, es el municipio alicantino de Xixona, cuna del
turrón, y también con una gran industria heladera artesanal.
La historia del helado prosigue con la aparición de los
primeros establecimientos propios de elaboración y venta de helado: “En 1660 el
italiano Procopio Cutelli creó en París, enfrente de la Comedie Française el
primer establecimiento de helados; el Café
Procope. Este local se convirtió en café literario donde se
servía café en taza y helados confeccionados al modo italiano. Fue una
revolución. Todo el mundo quería helados y, aunque la preparación se conservaba
rodeada de misterio, el éxito atrajo a otros heladeros hasta París. Pero serían
de nuevo los italianos los que, convertidos en vendedores ambulantes,
popularizaron su consumo a lo largo del siglo XVII, y fue ese el momento en el
que el producto llegó a España. Por entonces, eran consumidos básicamente como postres,
ya sea en forma de sorbetes o como garrapiña helada. Ambos eran enfriados con
nieve y sal. Sin embargo, el verdadero
tiempo de los helados no llegó hasta comienzos del siglo XIX, cuando se
consiguió hacer hielo artificial sin necesidad de utilizar la nieve. Las
primeras técnicas para la elaboración fueron artesanales con producciones muy
limitadas, pero el rápido desarrollo de la industria del frío permitió al
helado adquirir la importancia que hoy tiene.”
Y especialmente en la provincia de Alicante, el helado se ha
elaborado prácticamente en todas las comarcas destacando el Alicantí y
actualmente las heladerías del interior o del Vinalopó.
Pero el helado, al margen de sus estupendos sabores y del
frescor que aporta, tiene unas cualidades muy bien definidas, Aporta, gracias a
la diversidad de componentes, grandes valores nutricionales. Se pueden mezclar
con frutos secos para mayor aporte calórico. Es un alimento ideal gracias a sus
nutrientes para niños o personas inapetentes. Son un complemento rico en calcio.
Aunque la creencia sea al revés, un consumo moderado de helados no engordan. Y
además están buenísimos.
Pues eso, al rico helado.
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