Carlos y María son la pareja ideal, casi perfecta. Él,
funcionario de hacienda. Ella, ejecutiva de una multinacional. Tienen dos niños
que son la envidia de la urbanización. Educados, limpios, no hacen ruido, no
molestan y son respetuosos con todo y con todos. La madre de María, la suegra,
un “10”. Vamos, una delicia de familia. Llevan todo el año trabajando duro para
poder disfrutar un mes de asueto merecido y feliz. Han visto su pueblecito soñado y añorado en las ferias
de la capital, sigue siendo el lugar soñado. Las fotografías y los folletos lo
afirman. Compraron un apartamento hace unos años en ese pueblo costero donde
comenzaron su amor juvenil. Lo pagan todos los meses con lo que pueden ahorrar.
“Niños, apagar luces, hoy no podemos ir a la hamburguesería, zapatillas de
rebajas y libros de texto prestados porque hay que pagar el apartamento…”. Son
buena gente, honrados y nobles. Están deseosos de ver su infinito azul, ese mar
que les devuelve a su juventud y a sus recuerdos cuando corrían en sus
bicicletas, cuando pescaban a la luz de la luna llena, cuando se besaban a
escondidas tras el escenario de la verbena y cuando prometían y esperaban un
futuro juntos.
Ya ha llegado el día, son prudentes y van a hacer una “operación
salida” como les han aconsejado. No han salido el primer día, esperaron dos
días para dejar paso a la muchedumbre. Lo del atasco en la nacional seguro que
ha sido mala suerte. Seis horas de agobios en el coche. Sus hijos lo entienden,
se aguantan, juegan al veo-veo, a las cartas o duermen. La abuela, la
suegra”10”, les acompaña y les cuida, es la mejor niñera que se pueden permitir
y, encima, no les cobra. Lo de las obras es normal, les ha pasado en otros años
aunque en éste les duele más. El pueblecito costero de sus amores merece la
pena el esfuerzo. Al llegar, la avenida de entrada está cortada, lleva ya un
mes les dijeron, están construyendo más pisos, lo importante es empezar las
obras para venderlos, no pasa nada, han dado tres vueltas por calles que no
conocían, algunas están de obras para un futuro parking que les han comentado
que va a ser privado. Bueno, si es bueno para el aparcamiento, pagaremos. La
vecina de hace unos años, a la que le dejaron la llaves, les ha encendido las
luces y la nevera y ha comprado un poco de leche, pastas y unos yogures para
los niños. Ha habido un apagón y se ha estropeado todo. Debe de ser porque hay
demasiadas casas nuevas y el cable que llega al pueblo aún es el mismo. Su
pueblecito ha cambiado, hay un montón de cosas nuevas. Sí, hay doce
supermercados nuevos, la mayoría sin aparcamiento pero al menos pueden comprar
lo necesario. No hay cines pero eso da igual, ya los podrán en unos diez años.
No tienen prisa. Carlos y María siguen creyendo en el pueblo costero que creó y
afianzó su amor, lo de las colas y los apagones seguro que son sólo anécdotas y
que sus vacaciones van a ser perfectas.
La verdad es que lo de la grúa no lo esperaban. Fue mala
suerte, fue sólo unos centímetros pisando un paso de cebra en el que no
molestaban a nadie. Ellos son respetuosos con los aparcamientos para
discapacitados, con las rampas y demás señales, les dicen que hay una policía
local informativa, no represiva y recaudadora, que ayudan y fomentan el turismo
y que lo de correr detrás de los pobres del top-manta no es verdad. Ven
carreras y la cara de pánico en un senegalés que les pide complicidad y
escondite con su mirada. Pobre hombre, sólo hace lo que hacemos todos,
buscarnos la vida. Les contaron, también, que el Alcalde se vanagloriaba de lo
que habían recaudado el año anterior con la grúa municipal y que deseaba y
presupuestaba un verano mucho mejor en lo que a pasta recogida se refiere por
eso se lo ha concedido a una empresa privada, a esos que no tienen miramientos
y que les da igual todo. Bueno, decía Carlos, sólo es un político que busca “lo
mejor para su pueblo”. Ahora comprenden lo de las obras, van a hacer un parking
quitando las plazas gratis que hay para imponer una zona azul y un aparcamiento
privado en la que acabaremos todos teniendo que pasar por taquilla. Es sólo
otra anécdota más.
La playa ha cambiado, las piedras ya no están y hay un
montón de arena. Tanta que han enterrado el monumento que había en ella. Las
banderas del baño, las de colores, hay días que, incluso, las izan. Les han
contado que hay problemas con la empresa de socorristas, deben de ser muy
graves porque jugar o discutir con la salvación de vidas humanas es por un
motivo más serio que el dinero o los plazos, se imaginan. Al menos las redes de
vóley son las mismas, ya conocen su altura y sus agujeros y los juegos para los
nanos no están, deben de haberlos guardado para el invierno como las
actividades de las playas, el Thai-Chi y esas cosas. Les ha costado un poquito
encontrar las oficinas de turismo, no habrán visto las grandes señales que las
indican o a las azafatas que recorren ese paseo precioso repartiendo folletos y
animando a la estancia.
Al menos, Carlos y María tienen su
bar, la cervecita fresquita y la buena compañía. Este año está Dimitri en las
mesas y no sabe muy bien eso de los “agritos”. Paco dice que la cosa está muy mal, que no hay clientes y que no puede
contratar ni tener más personal.”Con los setecientos euros que les pago, ya les saco bastante para las doce horas que trabajan”. La cerveza
y las tapas han subido, debe ser por la
carencia de clientes piensan Carlos y María. Debe de ser la crisis, la de todos
por supuesto.
Ya casi han pasado los quince días y Carlos Y María han
pagado cien euros de grúa, algunos más de multas, los niños se han aburrido
como ostras, la abuela no ha podido ir al bingo ningún día (Depresión y mosqueo
asegurado) ellos no se han podido besar en las calas de antaño donde sellaron
su amor por que era imposible llegar, por lo de las obras, y encima les cuentan
que hay una derrama en la comunidad para contratar un vigilante jurado por que
se avecinan robos y destrozos. Les quedan las ocho horas de vuelta, pero las
afrontan felices. Han aprendido, van a hacer como la Paqui, la del cuarto, el
año que viene sólo una semana en eso de “todo incluido”, da igual dónde y
cuánto tiempo. Están convencidos que el año que viene disfrutaran y lo de
sufrir, para otros. Reflexionemos.
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